Turismo rural en Galicia: La experiencia de adentrarse en otro mundo

31 Julio 2021

Si has decidido disfrutar de una estancia en una casa de turismo rural de Galicia, serán varias las cosas que te sorprenderán al llegar a tu destino. 

Una es la cantidad de pequeñas aldeas que conforman su paisaje. 

Las más de 27.000 entidades de población con menos de cien habitantes ubicadas en Galicia suponen el 58% de todas las que existen en el estado español. Todas ellas se agrupan en 313 municipios.

 

 

Quizás pienses que nuestra estructura territorial difiere de la que existe donde vives. Pero fíjate, cada ayuntamiento -en gallego Concello- subdivide su término municipal en parroquias, de forma similar a como una ciudad lo hace por barrios, y que proviene de la antigua organización eclesiástica sueva. Además, en el territorio de cada parroquia se asientan de forma dispersa aldeas o pequeños lugares, incluso viviendas aisladas, rodeadas de  campos y arboledas.

 Una persona de una de estas aldeas te dirá que vive, por ejemplo, en el “lugar de A Condomiña, parroquia de San Xoán de Ortoño, Concello de Ames”. 

Pensarás: “Entonces…parroquia e iglesia...” Efectivamente, ¡depende! Como te decía, el nombre de una parroquia designa un determinado territorio,  pero también a una iglesia, habitualmente la parroquial, aunque, también muchas aldeas cuenten a su vez con iglesia o capilla propia.

 

Otro de los elementos característicos que  llamarán tu atención mientras paseas por el campo son los innumerables muros de piedra, setos, vallas de madera y alambradas delimitando el cierre perimetral de las fincas. En sus vértices o lindes  se hallan los marcos que, aunque casi siempre soterrados, en ocasiones se corresponden con hitos de piedra semienterrados, árboles o estacas de madera, hierro u hormigón. Ni se te ocurra moverlos, y mucho menos arrancarlos.

Abstente de entrar en fincas con cierres o cercados o delimitadas por cintas o cables. Son pastores eléctricos, si los tocas sabrás el porqué de su nombre. ¿Peligrosos? ¡Qué va! pero ten por seguro que  te quedarán pocas ganas de volver a tocarlos! 

 

Buena parte de los montes de Galicia son comunales, es decir gestionados en régimen de man común. Así la vecindad decide sobre su aprovechamiento forestal, agrícola o ganadero, revirtiendo los beneficios, si los hubiere, en mejoras para la comunidad.

 

Gracias al turismo rural, en Galicia disfrutarás de experiencias muy gratificantes, únicas e imborrables. Una de las que más será gozar de nuestra hospitalidad. Cuando cae la tarde en verano, muchas personas mayores aprovechan para salir a pasear y, si se tercia,  entablar un rato de conversación  con alguna persona, convecina o foránea,  que se encuentren en su camino. Si te paras con alguna de ellas, es muy posible que generosa te revele historias sorprendentes, o te aconseje lugares donde pasear, pequeños paraísos escondidos a descubrir, y que casi nunca verás en guías turísticas. Pregúntales lo que quieras saber, aprenderás de ellas y de su forma de ver la vida.

 

 

En las aldeas encontrarás puertas abiertas. Más que una invitación a entrar, es señal de la confianza  que nos tenemos y el respeto por lo ajeno. Si una persona te invita a entrar en su casa, acepta, ¡estás de suerte! Seguramente significa que también querrá que pruebes sus chorizos, los productos de su huerta, su vino o sus licores.  Agradéceselo, te los ofrece de corazón. 

 

En ocasiones, personas que viven en ciudades, todavía asocian vida rural con “incultura” o “ignorancia”. Nada más lejos de la realidad. La propia palabra “cultura” viene de “cultivo”. En el mundo rural además de cultivar la tierra, también cultivamos la mente. Así que quien tenga la oportunidad de alojarse en una casa de turismo rural en Galicia descubrirá que existe una rica cultura a su alrededor. Más allá de la sabiduría popular, que no es poca cosa, las aldeas gallegas son lugares de historia viva. Han sido y son cuna de escritores y artistas que han encontrado allí su inspiración y también han dejado su huella. La artesanía, la música, la arquitectura y las artes en general son consustanciales también al mundo rural. 

 

Tras tu llegada a una aldea para alojarte en una casa de turismo rural en Galicia, comprobarás que los ritmos de vida son diferentes a los urbanos. Especialmente si sus habitantes se dedican a la agricultura y la ganadería. En el campo se trabaja intensamente todo el año, sobre todo en primavera, verano y parte del otoño. Y es que los animales y la tierra tienen sus propios ciclos vitales sin atender a vacaciones o festivos. Dado el tamaño pequeño o mediano de la mayoría de las explotaciones agrícolas o ganaderas, la jornada comienza temprano…. O no, depende! La gente realiza a diario sus tareas, por veces  de forma continua hasta que se pone el sol, fines de semana incluidos. 

 

Si te encuentras con vacas u otros animales, admíralos tranquilamente, sin  llamar su atención. Piensa que no están allí para que los torees, acaricies o hacerte unos selfies con ellos. En ausencia de sus dueños es preciso (y más seguro) que te mantengas en alerta y a una prudencial distancia. Las vacas son animales apacibles pero desconfían de extraños, y ten la certeza de que no querrías estar frente a una vaca alterada. 

Cuando circules en tu vehículo y te encuentres de frente o tras un rebaño de vacas, desiste de hacer “jaimitadas vaqueras” intentando abrirte paso entre ellas a golpe de bocina o acelerones, simplemente hazte a un lado, detén el vehículo y espera a que pasen. Ah! y repliega el retrovisor y mantén cerradas las ventanillas a su paso. Recuerda que son ellas las que están en su hábitat. 

 

Por cierto, ten presente que en Galicia todavía pájaros y gallos son libres de  cantar o callar, vacas y burros de mugir y rebuznar, y sí, afortunadamente hay bichos!. De no ser  así, tampoco la Humanidad existiríamos.